viernes, 19 de junio de 2009

GALATEA Y POLIFEMO


En la mitología griega, Galatea (en griego antiguo Γαλατεια Galateia, ‘blanca como la leche’) es el nombre de dos personajes femeninos.

La primera es una nereida de Sicilia amada por el cíclope Polifemo. Sus padres eran Nereo y Doris. El poeta griego de Sicilia Teócrito escribió dos poemas en torno al año 275 a. C. sobre el amor de Polifemo hacia Galatea. Cuando ésta lo rechazó en favor de Acis, un pastor siciliano, un celoso Polifemo lo mató arrojándole un canto rodado. Desesperada por el dolor, Galatea transformó su sangre en el río Acis (en Sicilia). Según algunas versiones, Galatea terminó siendo madre con Polifemo de Gálata, Celto e Ilirio, dioses epónimos de los gálatas, los celtas y los irilios, respectivamente.

Se llama también Galatea a la estatua erigida por el rey de Chipre Pigmalión [cita requerida]. Al rey no le gustaban las mujeres, y vivió en soledad durante mucho tiempo. Cansado de la situación en la que estaba, empezó a esculpir una estatua de mujer con rasgos perfectos y hermosos. El rey se sentía atraído por su propia obra, y no podía dejar de pensar en su amada de marfil. En una de las grandes celebraciones en honor a la diosa Venus que se celebraba en la isla, Pigmalión suplicó a la diosa que diera vida a su amada estatua. La diosa, que estaba dispuesta a atenderlo, elevó la llama del altar del escultor tres veces más alto que la de otros altares. Pigmalión no entendió la señal y se fue a su casa muy decepcionado.

Al volver a casa, contempló la estatua durante horas. Después de mucho tiempo, el artista se levantó, y besó a la estatua. Pigmalión ya no sintió los helados labios de marfil, sino que sintió una suave y cálida piel en sus labios. Volvió a besarla, y la estatua cobró vida, enamorándose perdidamente de su creador. Venus terminó de complacer al rey concediéndole a su amada el don de la fertilidad. De esa unión nació Pafo, que dio su nombre a la isla de Pafos.

sábado, 13 de junio de 2009

EL ANTIGUO CALENDARIO ROMANO


En Roma, en tiempos de Rómulo el año constaba de 10 meses, cuatro de 31 días y seis de 30, en total 304 días.
El año comenzaba el 1 de marzo. Los meses eran: martius (31 días), aprilis (30), maius (31), junius (30), quintilis (31), sextilis (30), september (30), october (31), november (30) y december (30). Los cuatro primeros meses están dedicados a Marte, Apolo (Aperta), Júpiter (Maius) y Juno, respectivamente. Los demás se denominan según el ordinal correspondiente.

Este calendario era demasiado corto, por lo que se usó sólo hasta que Numa Pompilo (716-673 a.C.) añadió los meses de januarius, dedicado a Jano, al comienzo del año, y februarius, dedicado a Plutón (Februus) dios del infierno, al final del año. Además redujo el número de días de los meses para sumar un total de 355 días, con lo que adaptaba el calendario al ciclo lunar.

Los meses quedarían así: januarius (29 días), februarius (28), martius (31), aprilis (29), maius (31), junius (29), quintilis (31), sextilis (29), september (29), october (31), november (29) y december (29). No existen meses con un número de días par porque se consideraban de mal agüero, excepto febrero, y por esa misma razón el año tiene 355 días, en lugar de los 354 de ciclo lunar. En febrero se celebraban las februales; unas fiestas de purificación y paciguamiento de los muertos en los que se realizaban diversos sacrificios.

Como este año era demasiado corto cada dos años se añadía un mes de 22 ó 23 días (mercedinus, o mercedonius). Este mes se intercalaba entre el 23 y el 24 de febrero, y los cuatro días que quedaban de febrero se consideraban incluidos en mercedinus. Sin embargo, este cómputo era demasiado largo, ya que daba un total de 366 días y cuarto. Para evitar este desfase en el año 450 a.C. se acordó que cada ocho años se intercalara tres veces el mercedinus: la octoetérida. La octoetérida se fundamenta en los cálculos que realizó Cleostrato de Tenedos en el año 500 a.C. La intercalación, y el cómputo de los años, estaba en manos de los sacerdotes, quienes obraban, según sus intereses. Las reglas de cálculo del calendario fueron secretas hasta que Cneo Flavio las robó en el 304 a.C. El sistema era demasiado complicado y arbitrario, incluso para sus contemporáneos. En tiempos de Julio César había un desfase de tres meses entre el año civil y el astronómico, por lo que se hacía imprescindible una reforma.

La manera de contar los días era muy peculiar. El mes tenía tres fechas señaladas: las calendas, las nonas y los idus. Los días se denominaban dependiendo de los días que faltasen hasta la próxima fecha señalada. Las calendas eran el primer día del mes, las nonas eran el día 5 (excepto en marzo, mayo, julio y octubre que eran el día 7), y los idus eran el día 13 (excepto en marzo, mayo, julio y octubre que eran el día 15). Esta división procede del ciclo lunar. Teóricamente las calendas corresponden al novilunio, las nonas al cuarto creciente y los idus al plenilunio. El día anterior también se llamaba vísperas, y el anterior a las vísperas antevísperas. De esta manera el 20 de octubre era el decimotercer día antes de las calendas de noviembre. No existían semanas propiamente dichas aunque se celebraba un mercado cada ocho días, y los días entre mercados se designaban: A, B, C, D, E, F, G y H, que se sucedían correlativamente comenzando a contar con A desde el 1 de enero.

Los romanos contaban los años, en los documentos oficiales, según la serie de cónsules y emperadores (era de los Cónsules, 509 a.C.), pero la era Romana se contaba desde la creación de Roma: ab urbe condita. Fue Terencio Varrón quien estableció, definitivamente, que la fundación de Roma había tenido lugar en el año 753 a.C. No obstante hubo intentos anteriores como el de Fabio Pictor, que la estableció en el 747 a.C.; Polibio, 750 a.C.; Marco Porcio Catón, 751 a.C.; y Verrio Flaco, 752 a.C.; datos que se deben tener en cuenta a la hora de datar hechos. Tito Livio se adhiere a la fecha de Catón, aunque en ocasiones usa la de Fabio Pictor. Cicerón usa el cómputo de Varrón, que al final es el usado por Plinio, y el empleado por los historiadores modernos. Esta era comenzaba el 21 de abril, aunque normalmente se reduce al 1 de enero.


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jueves, 28 de mayo de 2009

EXPRESIONES LATINAS

Ab aeterno: Desde siempre; des­de mucho tiempo atrás; sin principio.

Ab initio: Desde el principio.

Ab ovo: Desde el huevo. Cuando se trata de narraciones, significa desde el origen o desde un momento muy remoto del suceso narrado.

Absit: Con esta voz se manifiesta el deseo de que alguna cosa esté o vaya lejos de quien habla.

Ab urbe condita: Desde la fun­dación de la ciudad (Roma).

Abusus non tollit usum: El abu­so no anula el uso.

Accessit: Segundo premio; men­ción honorífica. Castellanizado en accésit, DRAE.

A contrariis: Por los contrarios; por las cosas contrarias. El argu­mento contrariis es aquel en que se parte de dos posiciones opues­tas y se concluye de una lo contra­rio de lo que se sabe por la otra.

Addenda: Adenda; apéndice, so­bre todo de un libro. Se emplea más en femenino.

Addenda et corrigenda: Lo que debe añadirse y corregirse.

Ad hoc: Apropiado; adecuado; lo que se dice o hace sólo para un fin determinado.

Ad hominem: Contra el hombre; al hombre; a la persona. El argu­mento ad hominem se aplica a una forma de razonar en la que se in­tenta refutar o convencer al adver­sario utilizando sus propias pala­bras o hechos, en lugar de apelar a argumentos generales.

Ad honorem: Lo que se hace sin retribución alguna.

Ad infinitum: Hasta lo infinito; lo que no tiene límites.

Ad interim (a.i.): Provisionalmente; con carácter interino; entretanto.

A divinis: De las cosas divinas. Se utiliza en Derecho canónico para indicar la penalidad que consiste en la suspensión de los oficios religiosos. Un sacerdote suspendido a divinis no puede ejercer su mi­nisterio. La cesación a divinis es, según el DRAE, la «suspensión canónica de los divinos oficios en una iglesia violada».

Ad libitum: A voluntad; a elec­ción; a gusto; con libertad. La abreviación ad lib se ha populari­zado en el mundo de la moda.

Ad Maiorem Dei Gloriam (A.M.D.G): A la mayor gloria de Dios.

Ad nauseam: Hasta producir re­pugnancia (física y moral).

Ad pedem litterae: Al pie de la le­tra. Literalmente.

Ad perpetuam memoriam: Para eterna memoria.

Ad referendum: A condición de ser aprobado por la autoridad su­perior.

Ad valorem: Según el valor. Se usa, sobre todo, para indicar que una mercancía importada paga un derecho de entrada proporcio­nal a su valor.

A fortiori: Con mayor razón.

Alea iacta est: La suerte está echada.

Alias: Por otro nombre; de otro modo; mote; apodo.

Alma mater: Madre nutricia. Los escritores latinos se referían a la patria con esta expresión. Hoy se emplea para aludir a la Universi­dad. Alma mater es un sintagma femenino: la alma mater (se em­plea la delante de a tónica, en lu­gar de el, porque alma no es aquí sustantivo, sino adjetivo).

Alter ego: Otro yo. Es la persona en la que se ve un trasunto de otra.

Ante meridiem (a.m.): Antes del me­diodía.

A posteriori: Después, con pos­terioridad.

A priori: Antes; con anteriori­dad.

Ars longa, vita brevis: El arte (la ciencia) es duradero, pero la vida es breve. Esta expresión se emplea para indicar que cualquier tarea importante requiere mucho es­fuerzo y tiempo; pero la vida de quien la emprende es corta.

Ars moriendi: Arte de morir.

Aurea mediocritas: Áurea me­dianía. Con esta expresión se alu­de a los que viven felices sin gran­des ambiciones.

Aut Caesar aut nihil: O César o nada. Esta expresión sirve para ponderar la extremada ambición de alguna persona.

Ave, Caesar, morituri te salutant: Dios te guarde, César, los que van a morir te saludan. Así se expresaban los gladiadores del circo antes de emprender sus luchas.

miércoles, 27 de mayo de 2009

LARES


Los lares eran divinidades romanas hijos de la náyade Lara y el dios Mercurio cuyo origen se encuentra en los cultos etruscos a los dioses familiares.

La religión de la antigua Roma presentaba dos vertientes: por un lado, los cultos públicos o estatales y, por otro, los cultos privados o domésticos. Dentro de ésta segunda vertiente se sitúa la adoración de los llamados dii familiaris o dioses de la familia. Entre estos se encuentran los lares loci, cuya función primordial era velar por el territorio en que se encontraba la casa familiar. Tanto es así, que antes de que la propiedad privada fuese regulada por el derecho, eran los dioses lares los encargados de evitar que los extraños se adentrasen en tierras ajenas mediante, según la creencia popular, la amenaza de enfermedades que podían llegar a ser mortales.

Las familias romanas sentían una gran veneración por los lares, que representaban en forma de pequeñas estatuas. Éstas se colocaban tanto dentro como fuera de la casa en pequeños altares llamados lararia (sg. lararium), donde se realizaban ofrendas o se les rendía oración. En la casas (sg. domus), el larario solía situarse en el atrio, lo más cerca posible de la puerta principal. En el caso de los apartamentos (pl. insulae), el lararium se colocaba cerca de la cocina, aunque en una misma casa podían existir varios y no era extraño que se encontrasen en los dormitorios. Lo que era importante, sin embargo, es que no estuviesen en lugares poco transitados o escondidos, con el fin de que no fuesen ignorados u olvidados.

En los primeros tiempos romanos cada casa tenía al menos una estatuilla, más adelante surge cierta confusión entre éstas y las de los manes, almas de los antepasados muertos.

EVOLUCIÓN HISTÓRICA:

Si bien el culto a los lares ha desaparecido, todavía pueden observarse algunos vestigios en ciertas costumbres o tradiciones aparentemente cristianas.

Mientras el cristianismo fue perseguido y hasta castigado con la muerte existió una clara distinción entre éste y el mundo pagano. Con el Edicto de Milán, promulgado por Constantino I el Grande en 313 d.C., se admitió al cristianismo entre las religiones lícitas con una visión tolerante hacia el paganismo y otras formas de elección de conciencia. Pero, a partir de Teodosio I el Grande , comenzó un ataque abierto contra la antigua religión, muy arraigada aún entre el pueblo. Obligados a profesar una única religión oficial, muchas personas continuaron con sus prácticas anteriores, pero dándoles un tinte "cristiano". De esta forma el larario mantuvo su posición cercana a la puerta de entrada, pero conteniendo una imagen de Jesús, de un santo o hasta de la Virgen. Los lares urbanos fueron cambiados por los santos patronos y así por el estilo. Es un ejemplo interesante de cómo interactúan dos culturas diferentes cuando se relacionan entre sí o una de ellas desplaza a la otra.

ATENAS


Atenas (en griego Αθήνα, Athína) es la capital de Grecia y actualmente la ciudad más grande del país. La población del municipio de Atenas es de 741.512 (en 2001), pero su área metropolitana es mucho mayor y comprende una población de 3,7 millones (en 2005). Es el centro principal de la vida económica, cultural y política griega.

La historia de Atenas se extiende más de 3000 años, lo que la convierte en una de las ciudades habitadas más antiguas. Durante la época clásica de Grecia, fue una poderosa ciudad estado que tuvo un papel fundamental en el desarrollo de la democracia. También fue un centro cultural donde vivieron muchos de los grandes artistas, escritores y filósofos de la Antigüedad. Estas contribuciones de Atenas al pensamiento de su época tuvieron una gran influencia en el desarrollo de Grecia, de Roma y de la cultura occidental.

Atenas es una de las ciudades más ricas en restos arqueológicos de extraordinaria importancia, de los cuales el más famoso es el Partenón en la Acrópolis. Además de construcciones de la época clásica griega, también se conservan monumentos romanos y bizantinos, así como varias construcciones modernas notables.

COLISEO, EL SIMBOLO DE UN IMPERIO.


El símbolo de todo un Imperio. Ese es el Coliseo de Roma. La muestra de todo el poder de una ciudad sobre un vasto Imperio dominado hasta los mismos límites de Oriente. El Coliseo, la admiración del mundo entero en una época gloriosa para Roma; el lugar, donde leones, cristianos, gladiadores, y juegos servían de divertimento a una sociedad ufana y sabedora de su grandeza.

Para situarnos en aquella época y rememorar tiempos de gloria, lo mejor es ir a la zona del Capitolio, al Campidoglio. Desde ese plaza, accederemos a un balcón que se asoma sobre los Foros Imperiales, el lugar donde yace todo el pasado del Imperio Romano, hoy en ruinas. Desde allí podremos divisar el Circo Máximo, el Foro Romano, el de Trajano, los Templos de Saturno y la Concordia, o el Valle del Anfiteatro con el famoso Coliseo. Desde allí, podremos perder la vista hacia años de lucha, de dominación, de fastuosidad, de grandeza, y revivir en la imaginación la sociedad que tan bien nos presentaban en películas como Gladiator.

Y de fondo, tras aquel mágico paraíso cargado de Historia, el Anfiteatro Flavio, más conocido como el Coliseo, situado entre los cerros Palatino, Celio y Esquilino. Más de 50 metros de altura; casi 188 metros de diámetro por su lado mayor y 156 por el eje menor. Aún hoy, en ruinas, impresiona su elegancia.

Su Historia

Fue mandado construir por Vespasiano en el año 72 d.C., e inaugurado por Tito en el 80 d.C., tras celebrar una serie de fastuosas ceremonias y espectáculos que duraron 100 días. Tuvieron lugar luchas a muerte de gladiadores, peleas de animales salvajes, y la entrada fue gratuita. Casi 55.000 espectadores que entraban por 80 bocanas y que los conducían por pasillos hasta las 160 bocas de donde se llegaban a los graderíos. Este formó parte de una serie de anfiteatros que se fueron construyendo y de los que aún se conservan, aparte del romano, el del El Djem en Túnez, los de Nimes y Arles en Francia o el de Verona, al norte de Italia. Entre los siglos V y VI se prohibieron las luchas de gladiadores y de animales salvajes, y es en el siglo XIII cuando el Coliseo se convierte en fortaleza. El último espectáculo del que se tiene noticia es del año 523 bajo el rey godo Teodorico. Posteriormente el Anfiteatro, convertido en fortaleza, fue abandonado, e incluso parte de sus piedras, como la de tantos otros edificios históricos de los Foros Imperiales, se utilizaron como canteras para otros edificios más modernos. Fue a finales del siglo XIX cuando se excavó la estructura bajo la arena, y retomó la importancia que hoy día tiene.

Su estructura

El interior del Coliseo tenía un ruedo central hecho de madera cubierta de arena, y bajo el que se extendía un auténtico laberinto de pasillos divididos en varios pisos, donde se encontraban las mazmorras y las jaulas de los animales. La zona de graderíos era llamada “Cávea”, dividida en tres sectores superpuestos, más un cuarto graderío de madera para los espectadores de a pie. Cada sector estaba reservado para las diferentes clases sociales. En su parte más alta, el Coliseo tiene el “Velarium”, una gran carpa que protegía a los espectadores del sol y que eran manejados por un destacamento especial de marineros de la flota de Nápoles. El “podio” es la zona donde se sentaban el emperador y los principales miembros de la sociedad romana.

Los muros exteriores están hecho de travertino, y las columnas que en ella se ven son dóricas las del primer piso, jónicas las del segundo, y corintias las del tercero. En cada una de las arcadas que se pueden ver, había una estatua representativa de emperadores y dioses.

La Plaza del Coliseo

Antiguamente, junto al Coliseo, había una gigantesca estatua de bronce dorado de más de 35 metros de altura: el Coloso de Nerón, obra del escultor Xenodoro, que representaba al emperador, y a la que, tras fallecer éste, se le sustituyó la cabeza por la del dios Sol. Junto al Coliseo Romano y el Coloso, se podía admirar el Templo de Venus dedicado a la diosa fundadora de Roma y el Arco de Constantino.

Hoy día, por su importancia, por su arquitectura, por su elegancia, y por el lugar en la Historia que ocupó el Imperio Romano, el Coliseo ha sido designado como candidato a Nueva Maravilla del Mundo, junto a otros importantes monumentos mundiales, como el Taj Mahal, la Alhambra, Timbouctú, Petra, el Macchu Picchu, la Gran Muralla China, las Pirámides de Gizeh, la Isla de Pascua, la catedral de San Basilio, Santa Sofía en Estambul, o el castillo de Neuchswastein

jueves, 23 de abril de 2009

LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE LA ANTIGUA GRECIA


Los antiguos Juegos Olímpicos tienen una tradición mitológica que se remonta, según Homero, al 1370 a.C. Sin embargo, el primer encuentro olímpico del que se conservan crónicas completas tuvo lugar el año 776 a.C. Estas competiciones atléticas se celebraron (al principio cada ocho años y, posteriormente, cada cuatro) hasta el 381 de nuestra era, año en el que fueron prohibidas las religiones paganas tras la adopción del Cristianismo como religión oficial del Imperio Romano. La última Olimpiada, la 293, se celebró el año 393.


Durante los Juegos Olímpicos se daba una tregua sagrada y nadie tenía permiso para llevar armas, se suspendían las disputas legales y se posponían las ejecuciones. Las características de este período de paz estaban registradas en el disco sagrado de Ifito, en cinco aros concéntricos y su símbolo se encontraba esculpido en Delfos (estos aros posteriormente serían adoptados como el símbolo de las Olimpiadas modernas). Para el hombre griego el deporte servía para adiestrarse físicamente y para obtener preparación militar y sólo se permitía la participación a los griegos de ascendencia pura.


Inicialmente, los Juegos consistían sólo en una carrera pero, con el tiempo, llegaron a establecerse como cinco días de competiciones. Árbitros y jugadores juraban no hacer trampas en las pruebas: Pentathlon, carreras de carros, carreras y lucha. La decadencia de los Juegos llegó con la pérdida de la independencia de los Estados Griegos y la llegada del Imperio Romano.


Desde el Renacimiento, el interés por la Grecia clásica trajo algunos intentos de resucitar los Juegos Olímpicos pero fue ya en el siglo XX cuando Pierre de Fredy, Barón de Coubertin, fundó las Olimpiadas modernas: la primera de ellas tuvo lugar en Atenas, el 25 de marzo de 1896.